lunes, 13 de abril de 2009

EL PLACER DE APRENDER

"El título de Maestro no debe darse sino al que sabe enseñar, esto es al que enseña a aprender; no al que manda a aprender o al que indica lo que se ha de aprender, ni al que aconseja que se aprenda. El Maestro que sabe dar las primeras instrucciones, sigue enseñando virtualmente todo lo que se aprende después, porque enseño a aprender." Simón Rodríguez.

El placer de aprender está ligado a un conjunto de elementos internos y externos, sobre todo lo relacionado con la alimentación la cual influye profundamente en la química del cerebro y en consecuencia en su funcionamiento. De allí que de acuerdo a la exigencia que se pretenda del cerebro habrá un alimentación más adecuada para esa situación no tanto en cantidad sino en calidad. Esta alimentación deberá ser acompañada por buena respiración, pensamiento positivo íntimamente conectado con el manejo de las emociones.

Se debe entonces, para lograr que el proceso de "aprender sea un placer", buscar por todos los medios posibles, que el ambiente sea agradable, que el trato entre docente y alumno sea de respeto, de compromiso con el aprendizaje, de armonía, participativo, con un elevado nivel de comunicación, proactivo, sinérgico, creativo, divertido, flexible, en condiciones que aceleren y califiquen altamente el aprendizaje, donde el placer de aprender no sea lo más importante, sino que sea lo único importante.

Entendiendo que el aprendizaje nos ha acompañado a cada paso de nuestra vida desde la primera respiración; es la transformación que tiene lugar en el cerebro cada vez que se integra en él una información nueva, cada vez que se adquiere el dominio de una nueva habilidad.

Solo será posible el aprendizaje en su justa dimensión de holístico (del griego Holos, que significa totalidad), cuando sea de equidad, que haga de los más marginados los más favorecidos, que seamos un ejemplo vivo del ganar, ganar sin egoísmos con el aprendizaje.

El verdadero aprendizaje no consiste en acumular conocimientos sin más, algo que puede hacer de maravilla nuestro intelecto; el verdadero aprendizaje es un camino de transformación que nos convierte en personas más sabias. Y para alcanzar esta sabiduría no sólo debemos utilizar la cabeza, sino también el cuerpo, el alma, el corazón y la vida. Únicamente nuestro temor a vivir con plenitud congela este proceso. Por lo tanto, debemos reconectar con el fuego interno de cada uno, con esa vitalidad que alimenta el crecimiento de todo nuestro ser.

El cerebro aprovecha todo lo que le den para mantenerse despierto.

Pero demasiado a menudo lo dejamos abandonado a su inercia.

Aprender lo que es necesario aprender y lo que no es necesario no es un lujo. Se trata de la medicina más placentera y eficaz para sentirse vivo. Cuando se es joven, cuando se es adulto y cuando se es viejo.

Fernando Latouche.
ferlatouche@hotmail.com
Escritor, Conferencista, autor del libro Retomando Nuestra Esencia.